Una nueva tendencia recorre las calles de Roma y quizás, un poco más allá. La industrialización, que rodea a todos nuestros productos y servicios, nos provoca una nostalgia por lo hecho a mano, lo artesanal, o al menos, por la ilusión de lo más auténtico, sin afeites ni ultradiseño.
Expongo algunos de estos negocios emprendidos por romanos, que descubrí en mi reciente viaje de up-date a la ciudad imperial.
MADERA, elaborada con preciosismo en el taller de la familia Bartolucci (v. del Pastini, 98), y que te hace entrar a un territorio de cuentos. Algo que realiza a su forma, no muy lejos de alli, en el calentisimo Trastevere, el joven Fabrizio en su fábrica-tienda Il Picchio (V. del moro, 48)
PIEL, por todas partes y con mano experta de Elisa Nepi, en su taller Ibiz (V. dei Chiavari, 39), clarisimo homenaje de sus padres que lo bautizaron asi, tras su regreso de un viaje a la mitica Ibiza. Todo a vista.
BORDADOS. Un experto maestro que realiza caligrafias en hilo, al momento, y para llevar como regalo o souvenir.
VIDRIO. El pasado paralelo de las culturas exoticas, gerenciado en su deposito de cristales traidos de Egipto, Siria y Turquia por el señor Youssef Hallak. Su tienda prodigiosa de V. del Pellegrino, 55, en el tambien trendy Campo di Fiori trae deslumbrados a los lugareños.
El presente, de esta cristaleria de Trastevere, que exhibe la obra de Caterina Scoccianti (M:00393403312368) y de otros artistas locales, tanto en minusculo, como en gran formato.
RECICLAJE. En una callejuela de tingladillos con artesanía, bisutería y mostradores que exhiben a rajatabla los géneros, está Alessandro Rosa (M:00393478185440) que, a partir del latón de gaseosas y cervezas juega a la forma con símbolos romanos, como la Vespa, y a útiles y accesorios que se agradecen, por el juego irónico con marcas muy fuertes que han sido sometidas y estrujadas por el arte de sus manos.