Desde los aperitivos, que ya están lejos de ser exclusividad de la cultura milanesa, hasta los restaurantes de nueva aparición, sin olvidar los sitios de pleno ocio en la madrugada, Roma se sigue maquillando para perder el rótulo de ciudad vetusta. Al contrario, florece.
Es el caso de Salotto42 (Piazza di Pietra, 42) o el Freni e Frizioni (V. del Politeama, 4-6), que reunen a partir de las 19:00 a la juventud más inquieta en torno a sus copas y platillos cost- free.
O de los restaurants La Scala (P. della Scala, 60), con ese aire paradójico de lo recien diseñado pero decadente y pop kistch, frente al aventón modernísimo del Meo Pinelli, próximo a los míticos estudios de Cinecittà (V. Tuscolana,1508/1510) que desnuda su cocina frente a la peña concurrente.
O las primeras copas en Ketumbar (V. Galvani, 24) que comparte sitio con la blanquecina, casi escandinava, casi glacial discoteca Eto, en el Monte Testaccio (esa zona abarrotada de bares y discos juveniles alrededor de la montaña que se fue formando durante siglos con las ánforas desechadas por los comerciantes que las apilaban luego de extraer los aceites, granos y vinos). También en Il Melograno (V. Giulio Agricola, 41/45), con referencias a Warhol y a la noche new orleandesa.
